viernes, 29 de agosto de 2014

LA PALABRA TAMBIEN SE HA MARCHADO

Me pregunto ¿cuando fue?
¿Habrá emigrado por el frío, como las golondrinas?
¿Habrá encontrado refugio en el silencio,
decepcionada por tamaña paradoja,
o se habrá entregado por amor a su yugo?
Me lo preguntaba porque su ausencia es causa de infinita tristeza para mi.
Tan sólo recuerdo haberle pedido que se dejase convencer
y confiara en tantos años de vida juntos,
transitados aún en la incertidumbre del silencio.
Hasta recuerdo también haberle compartido
algo que había aprendido recientemente:
en muchas ocasiones, para preservar las esencias,
algunos corazones, capaces de leer palabras nunca dichas
en el sigilo de lo oculto, las atesoran en el seno de su intimidad,
secretamente… para siempre.
Tal vez haya presumido acerca de mi elocuencia
pero sinceramente no lo esperaba…
Yo creí haberle explicado pacientemente.
Hasta confié en mi persuasión y pensé
que comprendiendo cuanto amor contenía
la decisión de callar
aceptaría confiada la suerte.
Pero  justamente fue el silencio impuesto quien nunca me permitió saberlo
En definitiva lo único cierto era que ya no estaba…y yo la extrañaba.
Recordaba con nostalgia esa capacidad que tenía para eternizar los instantes.
o devolver certezas con sólo recordar su acorde o percibir su aroma.
Yo me decía cada tanto, seguramente regresará cuando sepa cuánto la necesito.
¿Acaso su pertinaz ausencia significaría entonces
la renuncia a alcanzar lo cierto de las cosas que merecen ser nombradas?
Si sólo se tratara de lograr la subsistencia del discurso, entonces 
bastaba con ordenar cada letra una tras otra, como sugiere la regla.
Seguramente todo pasará...
tal vez sea sólo eso y debo aceptarlo.
Sin embargo extraño demasiado su modo tan inequívoco en el decir,
a veces cruelmente veraz y otras tan inmensamente tierno.
Y aunque no pueda dejar de extrañarla comprendí
que desde el día en que finalmente me había entregado a la aridez del silencio
a pesar de no haberla perdido para siempre
sólo podría intuir su presencia, por la huella de su sombra.
Entonces también descubrí que algún día
volvería a reencontrarla cuando la mirada se atreviera,
cuando el oído se aventurara a escuchar el galope del corazón inquieto,
cuando la poesía convocara para redimir el deseo de la piel que ansía
o para cantar el lamento de una pérdida inconsolable.


                                                                                                                                           Mayo de 2013

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